14 Años y un Pañal (Cap 1)
Capítulo 1
Ahí estaba yo sentado frente al escritorio del director, intentando contenerme, cruzando las piernas y sintiéndome nervioso. Hacía tiempo que me habían llamado y me hicieron pasar, pero el hombre no estaba. Cuando quise salir para esperarlo fuera, su secretaria insistió en que me quedara adentro.
La oficina del director es aburrida, un par de libros en el estante, algunos premios y fotografías antiguas. Quise ojear algunos libros para entretenerme, pero hablaban de preceptos de psicología y traumas, así que estaba lleno de conceptos técnicos y aburridos.
Luego de casi una hora llegué al máximo de mi aburrimiento. No había si quiera wi-fi, ni... un baño. Al pensar en eso mis piernas se sacudían. Justo cuando pensaba salir corriendo para que la secretaria no me alcanzara, la puerta se abrió y por ella entró el dichoso hombre.
Me miró con ojos severos y siguió su curso hasta su asiento, del otro lado del escritorio.
—Sr. Anderson —pronunció mi nombre de forma tan calmada que parecía más aburrido que yo. Ojeó unos papeles que sacó de su portafolio y acarició su frondosa barba castaña, tan peluda como el cabello sobre su cabeza.
Quizá un buen corte le haría lucir joven y apuesto, no de más de treinta años, seguro. Pero justo ahora bien podría decir que le falta poco para los cuarenta.
—¿Tiene ganas de ir al baño?
—Emm, un poco —respondí apenado, deteniendo mis piernas inmediatamente.
—Bueno, no se preocupe, sé bien que tiene puesto un pañal. Solo por precaución claro. Pero no puedo dejarlo salir de aquí hasta que acabemos de charlar, así que puede mojarlo sin pena.
Sus palabras me dejan tan anonadado que mis ganas de ir al baño desaparecieron al instante. Quizá incluso me había hecho pis allí mismo sin notarlo, pero no, aún podía sentirme seco, aunque totalmente humillado.
—Es... un pull-up, señor...
—Oh, en concepto es básicamente lo mismo. No te asombres, monitoreamos los dormitorios tanto como los pasillos y salones de clase del instituto, no se nos pasan estos detalles.
Entonces ellos lo sabían...
—¿Desde cuando?
—Desde la primera vez, mojaste la cama como un niño de tres años. Te esforzaste por no despertar a tu compañero de cuarto y eliminaste la evidencia tal como si de un asesinato se tratara. Fue elegante, eficiente. El crimen perfecto.
—Solo que ustedes lo vieron.
—Sí, y lo pasamos por alto, no hasta que se repitió una semana después, y luego dos días seguidos, tres, cuatro... Una semana completa y luego llegar a verte ese día orinando antes de llegar al baño de tu habitación.
Sus palabras me ponen tan rojo como un tomate, creo que ahora si me haré encima...
Hasta que de la nada la puerta de la oficina se abrió de golpe, entrando a través de ella un maestro agitado. Un hombre flacucho y sin mucho chiste, de gafas gruesas y cabello corto pero revuelto, como si no supiese peinarse.
—¡Señor, le he dicho que yo debía hablar primero con el chico! —sentenció el hombre hablando golpeadamente. Pareciera que acabara de correr un maratón, con su ropa de oficina.
—Yo solo le saludaba, el buen muchacho. Les dejaré solos. —el director sonrió malisiosamente y se alejó, saliendo de la oficina no sin antes dedicarme una sonrisa sádica que me hizo orinar un poco más.
El otro hombre cerró la puerta y quedamos solos mientras daba un suspiro de alivio y me sonreía amablemente.
—Disculpa eso, Gabriel, ¿puedo llamarte por tu nombre?
—Sí... está bien.
Este tipo parecía más amable, pero no podía confiarme tan fácilmente, no luego de todo aquello. Me reservé mis dudas internas y esperé a que dijera algo.
—Yo soy el profesor Martín Santos, aunque puedes llamarme solo Marti. Seguro te preguntarás que es todo esto. Para resumir, aunque seguro ya algo te ha dicho el director, se trata sobre tu pequeño problema...
El profesor bajó su mirada por un momento a mis pantalones, con lo cual no pude evitar apenarme un poco.
—Es más normal de lo que crees. Un instituto donde se enseña a niños de familias acaudaladas que esperan que sus hijos sean personas de negocios y exitosos empresarios como ellos. ¡Es mucha presión! ¿Me equivoco?
Supongo que en algo tenía razón...
—Nuestro modelo de enseñanza no es el mejor, pero da óptimos resultados. Jóvenes de apenas catorce años pueden remplazar a sus padres en apenas cuatro años de estudios intensivos. Claro, solo hay que aislarlos del mundo exterior, y darles objetivos a cumplir todos los días y largas jornadas de estudio. ¡Es extenuante! No todos pueden con ello y tu eres uno de ellos.
—¿A eso se debe mi problema?
—Me temo que sí, amigo. Pero no te preocupes más, que para eso estoy aquí. Soy director de la facción del PPM, encargado de ayudarte en esto. Por que esto puede empeorar, lo he visto muchas veces y antes de que eso ocurra te ofrezco mi ayuda. Claro, si la quieres.
¿Quererla? Era evidente que no podría ocultar para siempre esto de mi compañero de habitación y mucho menos si empeoraba. ¡Justo ahora llevaba un pull-up empapado! No sabía si esto estaría bien, pero sentía a la vez que no tenía opción.
—¿Qué es lo que hará para ayudarme? —susurré con impotencia.
—Para empezar, sacarte de ese pull-up mojado. Vamos, salgamos.
Salí con el señor Martin de la oficina y caminamos hasta el ascensor. El instituto se componía de tres edificios enormes, cada uno con al menos setenta pisos que bien podrían alojar unos veinte salones de clase o diez dormitorios o bien amplias áreas recreativas varias. Llevaba ya un año viviendo en el segundo edificio y aún no conocía ni una decena de sus pisos. Paramos en el piso 23, un área de dormitorios.
—Está es la llave de tu nueva habitación, cuídala bien. Ya hemos trasladado todas tus cosas de tu antigua habitación. Puedes devolver luego la otra llave con algún encargado de piso.
Me soltó una tarjeta en la mano, con un gran numero 112 grabado en ella. La tarjeta que usaría de llave para mi nueva habitación, al parecer la solución de mi problema era darme una habitación propia, no era mala idea. Por primera vez en el día me dio ganas de sonreír un poco.
—Ahí encontrarás una lista con tus nuevas clases y horarios a los que debes asistir.
¿Eh? ¿Nuevas clases? Esto ya no sonaba muy bien, ¿que hay de mis amigos?
—Estarás bien.
Sin más el señor me empujó, sancadome de golpe del ascensor mientras la puerta se cerraba y Martin desaparecía con una sonrisa agradable aún en su rostro. Pero yo aún asustado, confundido y muy mojado.
Caminé como pude buscando la habitación marcada con el 112, mi pull-up me rosaba un poco, quizá debí ponerme los calzoncillos sobre el para que estuviera firme, pero no esperaba mojarlo siquiera...
Al final encontré la puerta correcta y deslicé la tarjeta por la cerradura electrónica. Mis cosas estaban en su sitio, tal como en mi otra habitación y una sorpresa; un pull-up seco sobre la cama.
Dulce alivio, por lo menos podré cambiarme. Miré al otro lado de la habitación y vi algo de ropa mal acomodada, una chamarra y unos cuadernos maltratados. ¿A caso tengo un compañero de cuarto? ¡Pensé que estaría solo!
Escuché el "bip" que hace la puerta al activarse y me apresuré a tomar el pull-up y a encerrarme en el baño para cambiarme.
—¿Hola? ¿Chico nuevo? —El otro chico parecía saber de mi presencia, yo intenté no asustarme y procedí a cambiarme.
El pull-up estaba pesado, por fortuna no se había filtrado, o habría tenido problemas con mi pantalón del uniforme. Lo doblé lo mejor que pude y lo enredé en papel de baño, intentando esconderlo en el bote de basura. Finalmente me puse el seco y respirando con calma salí a conocer a mi nuevo compañero.
La puerta del baño se abrió con un desliz y frente a mi apareció un curioso pelirrojo que miraba con ojos bien abiertos y una larga sonrisa mientras mantenía cruzados sus brazos. Era mucho más fornido que yo y un poco más alto también. Con un cabello algo largo que tapaba sus orejas.
—Hola, bro. ¡Bienvenido! —aunque a primera instancia pensé que me golpearía, el chico me soltó un abrazo que me sacó de onda totalmente.
—Ho-hola...
—Siéntete en casa, yo soy Charly, del segundo año sección B8, 14 años.
El chico guardó silencio un rato mientras me miraba sonriente. ¿Espera que yo me presente también?
—¿Chico nuevo?
—Emm, bueno, soy Gabriel, me transfirieron así que no sé de que clase sea, tengo 14...
—¿Eres tontoito, no? ¡Tú también eres del B8, por eso nos ponen juntos!
—¿Eh? Ok... supongo.
—¿Siempre eres así de tímido? ¿Quieres jugar un rato? Tengo el nuevo Super Smash.
¿Videojuegos? Creí que el instituto los prohibía, pero sin embargo, las ganas de hacer algo ilegal y a la vez divertido me entusiasmaba, hace tiempo que no tomaba un mando en mis manos y me hacía mucha falta.
Sin esperar que le respondiera Charly me tomó del brazo y me jaló hasta la habitación de a lado. Un poco más pequeña que nuestro dormitorio, la que comúnmente se usaba como sala de estudio había sido acondicionada por Charly como sala de videojeugos. Pude ver todo tipo de juegos en el estante que normalmente debería llevar libros, tomó presuroso el Smash y lo puso en la consola mientras de un empujón me tiraba de asiento contra una colchoneta en el suelo. Me extendió un mando y se tumbó a un lado mió.
Cuando cayó sobre la colchoneta juraría haber escuchado un sonido corrugado, pero no le di importancia. El juego inició y rápidamente me mostró los controles tirando a mi personaje del área con un terrible combo. Bueno, tiene la ventaja. ¡Yo no he jugado un videojuego en bastante tiempo!
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Nota: ¡Gracias por leer! No sé si continuar esta historia, todo será de ver si les parece que vale la pena. :3
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